NEVERMORE
(ELOGIO A EDGARD POE)
Hallabamé
yo sentado al calor de la chimenea de mi
residencia invernal, en la
pequeña loma de Akorda, justo a
400metros por encima del mar Cantábrico disfrutando de un brandy 1886 ,cuando el
cansancio producido por un acuciante día
de trabajo de un hombre de negocios, me llevó con su mano ligera hacia un
sueño profundo que resultó ser el inicio de un viaje…..
Desperté
sobresaltado al sonido de la copa que de mis manos cayó al suelo, haciéndose un
millón de pedazos, pero el sobresalto se convirtió en pánico cuando mis ojos me trasmitieron una verdad que a la postre acabaría siendo
trágica: Estaba en un salón que no era
el mío y en una casa en la que no era la mía, un lugar extraño y plagado
de húmedas corrientes de un gélido aire
que me empezaba a aterir los huesos.
Pensé
estar soñando sentado en aquel canapé de piel, frente una chimenea en la que el fuego crepitaba nervioso,
pareciendo querer escapar de aquellas paredes de piedra de sillería. Las
ventanas eran de madera maciza y el polvo y las telarañas le conferían a la
estampa un ambiente aún más tétrico, yo no habría elegido este lugar para
conocer el secreto que tanto ha
atormentado a la humanidad a través de los siglos. Frente a mí, junto a la
chimenea mirándome inquisidora, una estatua de Palas, dios griego de la sabiduría
(confieso que por una casualidad de esas que a veces se dan en la vida yo había
leído un artículo que versaba sobre como Atenea cosió la Égida en la revista National geographic del último mes).
A estas
alturas mi estupefacción había alcanzado
unas dimensiones gigantescas, que
ni de lejos eran nada comparadas con lo que me quedaba por ¿vivir?
Frente a mí, sobre una mesa rustica
posados un juego de ajedrez en el
cual una dama, un peón y un alfil
negros daban jaque mate al rey blanco; junto al ajedrez una botella de
“Petrus1995” y dos copas.
—No lo
pienses, es el vino más caro que un mortal puede probar y la partida está a
punto de acabar, toma un trago, eso te hará sentir mejor.
Mi
corazón dio otro salto mortal en mi pecho y mi respiración que estaba a punto de detenerse para siempre se tornó
ardiente como el simún, ese “Viento rojo que sopla atravesando el Sahara “A mi
derecha y un paso por delante de una
imponente puerta de roble macizo que proporcionaba el acceso a la estancia en
la que me encontraba, apareció, o por lo menos yo no había reparado en él un
hombre de unos cuarenta y cinco años, no sabría decir bien, moreno, lucía un pequeño bigote sobre su
labio superior y coronilla en su despeinada y sucia cabeza. Su aspecto de demente se veía agravado por sus ropas;
viejas y raídas que de seguro no eran de su talla.
― ¿Qué?, ¿Quién
eres?, ¿Dónde estoy?....; miro nervioso a aquel hombre que apesta a alcohol. ¿Qué
ha pasado?
—Bebe,
bebe sin miedo y no tengas miedo a la resaca, que eso ya no es para ti. ¿Sabías
que las penas de lo físico se alivian al liberar las cadenas que
nos atenazan durante el transito del alma al éter?
Yo miraba
atónito a aquel espectro que me hablaba como si los vivos y los muertos podrían
departir amigablemente compartiendo vino caro sin acabar, el vivo claro está,
loco de atar. El miedo me hacía sudar frío y las corrientes de aire anegaban de
humedad mi respiración.
―¿qui..qui..quién
eres? acerté a decir con un hilo de voz.
Nací como
Edgard Poe y algún año más tarde tomé de
mi benefactor John Allan su apellido ", aunque a decir verdad él
nunca me lo dio y por ello morí en la
ruina. Aun así le estoy agradecido. Me
arrastré en vida como el espectro que ahora soy , escribí no pocos cuentos y
poemas, algunos de ellos incluso han sido aclamados por los expertos que tanto
aborrece este alma, que si bien halló alivio a sus dolores mortales al unirse a
la prole de Caronte, los más profundos , los del alma me acompañaron a esta
orilla inmutables resonando como un eco en el vacío de la no vida. Amé a dos
mujeres, Sarah y Virginia y quizás la primera estuvo siempre entronizada en lo profundo de mi corazón. Yo
era un pozo de dicha ante mi inminente boda con Sarah; mi dulce niña…..Ella
quería que dejase mis malos hábitos y yo estaba tan feliz que a fe que lo
intenté, pero el alma azorada se conduce irremediablemente hacía el abismo….
—Mi
decisión de contraer matrimonio era firme; me entusiasmaba volver a unirme con
Sarah, aquel reencuentro fue una inyección de
endorfinas. Mi alma había recuperado las ganas de volar y ser feliz.
Pero aquella tarde ella me dijo que se echaba atrás; que no que no quería
casarse, las mujeres siempre tienen que pensarlo todo dos o... tres veces y
hacer lo que otros esperan de ellas. Mierda ,mi alma se resquebrajó como lo hace
una hoja de arce pisoteada en el suelo de los jardines del Washington collage hospital. Esa fue mi
última visión, ese jardín ,luego mi alma emprendió el viaje.
A estas
alturas el miedo ya había desaparecido y me empezaba extrañamente a apreciar la
conversación de aquel que decía ser el genial escritor norteamericano.
—Los
perros que habitan las calles de Baltimore fueron testigos mudos de mi delirio,
y por esas calles vagué y de ellas me recogió mi buen amigo James ; él me
encomendó a Dios.—siguió narrando ,y a cada palabra su rostro reflejaba más
sufrimiento.
―Pero
Dios no ha existido ni existirá jamás,
¡ninguno! Fue la propia naturaleza la que se creó a sí misma y será solo la naturaleza quien todo lo destruirá; el ser humano; que es
parte de ella se encargará de hacerlo con este minúsculo rincón que habita dentro del vasto universo. ¡Ese
será el auténtico apocalipsis.! Por eso las plegarías del buen James no fueron
escuchadas y por eso yo me refugio en este castillo ―Llamado Du na Sead―, como
otros se refugian en otros miles de lugares distintos. La legión de los muertos
es infinita. Entregué mi vida al láudano y al violento oficio de escribir; mi
alma enfermó y solo el amor pudo acaso aliviar sus heridas por momentos. Pero fue ese mismo amor quien
me empujó a la fosa y echó tierra sobre ella.
Yo lo
miraba aterrorizado no podía creer lo que estaba viviendo; el espectro del más
genial de los escritores de cuentos de terror, me tenía aterrorizado en el
interior de un castillo en Baltimore (Irlanda), no en Baltimore (Maryland), yo
ya no podía pensar, no podía respirar, me quería morir….
―Pero ha
llegado el momento de cumplir con la misión de acompañamiento que me
corresponde.
—¡Bebe!―
Gritó repentinamente señalándome la copa.
Era la primera vez que alzaba tanto la voz y sobrecogido por un pánico
atroz tomé un sorbo de aquel
burdeos que se derramo por mi lengua ,explotando en aromas de roble y frutos rojos a la sombra de mi paladar y cayó en cascada
por mi garganta para trasmitir un cálido aliento en mi vientre. Me resultó sublime y pronto
empecé a sentirme tremendamente ligero, mis pies se despegaron de la alfombra y
vi como Edgard Poe también comenzaba a
levitar.
—Es el
momento ―dijo― has de pensar un lugar donde repose tu alma toda la eternidad.
Me vino a
la mente aquel castillo a la orilla del río Butrón, del cual tomó su nombre. De
pronto el estupor y una sensación de no retorno se apoderó de mí.
—¿Reposar
mi alma?—Acerté a preguntar con un hilillo de voz entrecortado
—Ayer se
te paró el corazón; la vida moderna, el stress…..
—¿Cómo,
un infarto?, ¿Y mi mujer?, ¿Mis hijos?, no me he despedido, ¿No volveré a
verlos?
—NUNCA
MÁS.
—¿y mis
cosas? , ¿Mis amigos?
—NUNCA
MÁS
—¡No es
justo!, con la voz definitivamente quebrada grité: ¡Quiero vivir!
En ese
momento un cuervo negro como el abismo en el que ya se ahogaba mi alma ,entró
por la ventana yendo a posarse sobre la estatua de Palas y la voz de Poe sonó
más profunda aún :
—NUNCA MÁS
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